Ella
La echaba de menos. El tiempo se había vuelto gris y frío como sus pensamientos, como su vida en general, desde que ella había decidido partir en pos de su libertad. Mientras el tiempo con ella era una realidad, se había dedicado a grabarla a fuego en su alma porque una parte de sí mismo le decía que algún día se le haría necesario el calor de los recuerdos. Y recordaba, recordaba aquella primera vez en que la vio, bajo la lluvia y sin paraguas, esperando un taxi. Su larga melena empapada. Las gotas de agua recorriendo su cara. Aquellos labios de fresa. Aquellas pestañas que hacían sombra a la mirada más preciosa que había contemplado en su vida. Cuando le preguntó por su destino, en su interior deseó que su destino fuese él. Recordaba aquel primer beso preludio de mil tormentas apasionadas que daban paso a aquella paz a la que se había acostumbrado su alma. Se preguntaba en qué momento la había perdido… en qué momento la mirada de ella había dejado de parecer un